Aprendí a hablar sin dar tantas vueltas, a decir las cosas
de frente, sin miedo a las respuestas que pueda escuchar, a veces siendo
demasiado directo, sin pensar que puede sentir la otra persona o si me rompo la
cabeza contra el fondo de una pileta vacía. Pero siempre es mejor que callar.
Aprendí que los silencios, en el momento oportuno, te
ahorran disgustos y peleas. Que a veces no hay otra alternativa que callarse.
Aprendí a no arrepentirme de mis decisiones por malas que
hayan sido. Que siempre, pero SIEMPRE, de las cosas malas se rescata algo
bueno. Aunque sea el saber que no tengo que hacerlo de nuevo, que nadie va a
venir a salvarme y que las preguntas no se contestan solas.
Aprendí que no se puede disfrutar el vivir hasta que se deja
atrás las heridas y fracasos del pasado, pero sin olvidar la enseñanza que eso
dejó. Porque futuro brillante se basa en dejar el pasado atrás, y vivir el
presente a pleno
Aprendí que si dejas pasar el tiempo, este se encarga de que
las cosas terminen saliendo como vos querés. Siempre y cuando le pongas la
perseverancia y voluntad necesaria para que sea así.
Antes creía que las cosas pasan por algo, por algún motivo,
por alguna razón, pero la verdad, me di cuenta que no es así, no hay razones,
pasan porque si, y punto. Que no existe la justicia divina, ni el karma, ni el
destino.
Entendí que ser feliz es tan fugaz como el flash de una cámara,
pero esa felicidad puede te durar por siempre, ya sea en una foto o en un
recuerdo. Que los hechos y las personas perduran en el tiempo por mas que uno no quiera. Que a las palabras se las lleva el viento si no tienen acciones
que las comprueben.
A caminar bajo la lluvia, me di cuenta que solo es agua, que
esta no mata, que como mucho me puedo pescar un resfriado, pero siempre va a
salir el sol, me voy a secar y me voy a curar.
Aprendí que no se puede aceptar una derrota de otra forma
que no sea con la frente en alto, por más herido tengamos el orgullo.
Aprendí a pedir perdón, lo cual es tan importante como decir
gracias. Le hace bien al alma. Aunque no consigamos el perdón, aunque no tenga
arreglo.
Aprendí a tomar las cosas con calma, a vivir a pleno, a amar
con pasión, a tomar precauciones, pero solo las necesarias.
Aprendí que poniéndose en los zapatos de otro, estos nos
hacen doler, probablemente a esa persona también.
Aprendí que hay que sonreír, aún si es una sonrisa triste,
porque por más triste que sea, más triste es el no saber sonreír.